Mare Nostrum by Vicente Blasco Ibáñez

Mare Nostrum by Vicente Blasco Ibáñez

autor:Vicente Blasco Ibáñez [Blasco Ibáñez, Vicente]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Bélico, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1917-12-31T16:00:00+00:00


8

EL JOVEN TELÉMACO

Siempre que el Mare nostrum volvía a Barcelona, Esteban Ferragut experimentaba una sensación de deslumbramiento, lo mismo que si se abriese un glorioso ventanal en su existencia obscura y monótona de hijo de familia.

Ya no vagaba por el puerto, admirando de lejos los grandes trasatlánticos anclados frente al monumento de Colón o los vapores de carga que se alineaban en los muelles comerciales. Un buque importante era de su absoluta propiedad por algunas semanas. El capitán y los oficiales pasaban el tiempo en tierra con sus familias. Toni, el segundo, era el único que dormía a bordo. Muchos de los marineros solicitaban permiso para vivir en la ciudad, y el vapor quedaba confiado a la guarda del tío Caragol, con media docena de hombres para la diaria limpieza.

El pequeño Ferragut podía hacerse la ilusión de que era el capitán del Mare nostrum. Se movía en el puente imaginándose que estaba arrostrando una gran tormenta; examinaba los instrumentos náuticos con una gravedad de experto conocedor; corría todos los departamentos habitables del buque, bajaba a las bodegas, que se aireaban, abiertas, en espera de carga, y finalmente se metía en el bote de servicio, desamarrándolo de la escala, para remar unas horas con más satisfacción que en los ligeros yoles del Club de Regatas.

Sus visitas terminaban en la cocina, invitado por el tío Caragol, que le trataba con una familiaridad paternal. El joven remero estaba sudando. «¿Un refresquet?…». Y preparaba su dulce mixtura, que hacía caer a los hombres de un solo salto en las nebulosidades de la embriaguez.

Esteban tenía en mucho los «refrescos» del cocinero. Su imaginación, excitada por la frecuente lectura de novelas de viajes, le había hecho concebir un tipo de marino heroico, atrevido, galanteador, y capaz de tragarse a jarros las bebidas más incendiarias sin pestañear. Él quería ser así; todo buen navegante debe beber.

Aunque en tierra no conocía otros licores que los inocentes y dulzones guardados por su madre para las fiestas de familia, una vez pisaba la cubierta del buque sentía la necesidad de líquidos alcohólicos, para hacer ver que era todo un hombre. «No había en el mundo una bebida que pudiese con él…». Y al segundo «refresco» del tío Caragol quedaba sumido en plácido nirvana, viéndolo todo de color de rosa y considerablemente agrandado: el mar, los buques cercanos, los docks y la montaña de Montjuich, que servía de fondo.

El cocinero, al contemplarle amorosamente con sus ojos enfermos, creía haber dado un salto atrás de docenas de años y hallarse todavía en Valencia hablando con el otro Ferragut que se escapaba de la Universidad para remar en el puerto. Casi llegó a creer que había vivido dos veces.

Escuchaba las quejas del muchacho, interrumpiéndolas con solemnes consejos. Este Ferragut de quince años se mostraba descontento de la vida. Era un hombre, y tenía que vivir entre mujeres: su madre y dos sobrinas que le acompañaban haciendo encajes, lo mismo que ella había acompañado en otro tiempo a su suegra doña Cristina. Quería ser marino, y le obligaban a estudiar las materias antipáticas del bachillerato.



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